Esta es una de las historias de amor más dulces sobre las que pueda escribir en esta tarde de nubes grises y mares descuidados. Es la que cuenta una parte pequeña, pero clave, en la vida de Paula y Nahir.

Ella ya había roto con él. La idea de seguir cueste lo que cueste era cada vez más frustrante y solo bastaba empezar el día para que una bruma densa cubriera la superficie de todas las cosas. Una de sus amigas ya le había dicho que si empezaba una vida nueva, podía recibirla en Naples, con una casa con un pequeño parque, con un cuarto amplio y un trabajo para empezar.

Y una noche, desde el aeropuerto de Montevideo, Paula partió con un par de maletas, unos libros y un cuaderno, y un corazón herido y desilusionado. Nahir estuvo allí, y aunque no hablaron mucho, honraron en la despedida el amor que alguna vez juraron. Paula tomó una mano de él, la atrapó y la cobijó entre las suyas. Levantó su mirada y miró derecho a los ojos de un hombre calmo, que se había quedado como suspendido en una nube de silencio.
─Hicimos todo para que funcione ─dijo ella suavemente.
─Lo intentamos… ¿verdad? ─apenas pudo pronunciar.

El 767 de American Airlines despegó y Nahir caminó por el aeropuerto sintiendo que el murmullo de la gente lo hería como dagas en su alma. Miraba las familias alborotadas, miraba una pareja yendo de ilusiones hacia Europa, miraba a unos abuelos sentados, pacientes, esperando el llamado para su vuelo. Subió a su auto, enfiló hacia el apartamento, y a medio camino se estacionó a un lado de la autopista. La luna abrazó una noche vestida de azul y de alguna manera lo invitaron a llorar… y él lloró como se llora cuando estamos solos y sin espejos.

Así fue que con Paula y Nahir hablándose cada tanto, fueron pasando los meses, las navidades y nuevas fiestas saludando nuevos años. Y el cada tanto se fue estirando, y espaciando, siendo cada vez más difuso. Borroso. Lejano.

No hubo más noticias hasta que un día Nahir recibió una carta desde Naples. La tuvo en sus manos a la mañana antes de ir a trabajar, y la dejó decidido en el centro de la mesa. Al volver, las palabras de Paula serían una manera distinta de ilustrar las horas, escuchar música y soñar. Destapó una botella de vino blanco, sirvió su copa y por fin rompió el sobre para desplegar la carta. Y esto decía…

Lo que Nahir escribió en el cuaderno de Paula dice: «Cuando todo cueste, viaja. Cuando estés incompleto, viaja. Cuando todo falle, viaja. Y cuando llegues, sabrás que no existe otro destino que el de ser feliz».

Texto y foto: Alex Caberta © 2020 Vamos a Miami