MURMULLOS DE CIUDAD
6:33 a.m.
by Alex Caberta

Sabemos lo que pueden (o no) transmitir algunas fotografías, pero rara vez qué esconden y atesoran en el camino anterior a su disparo. Sobre esa vía hacia el proceso de composición trata esta crónica diminuta, esta intimidad develada.
Un manto de nubes y tormenta había sido la amenaza a la hora de las noticias. Iban a venir para teñirlo todo y teñirte, también a ti, de desesperanza y desconsuelo. Tanto por hacer, tomas que entregar, huracanes que se acercan.
Sin embargo, por la madrugada, a las 3 a.m. te despertaste igual y entre miedos a regañadientes, dejaste el calor de las sábanas para buscar a tientas la esperanza tras la cortina. Despejaste tu vista y abriste la noche y la noche te contó que allí estaban (a salvo y rutilantes) unas cinco mil estrellas. Y te dejaste caer en algunos sueños que el silencio mezcló con la calma.
Volviste a despertar cuando eran las 6:14… y alado te cubriste el rostro de agua y jabón. De perfume sin argumento. Jean, camisa denim y tu bolso con tu tienda de cámaras, objetivos, docenas de memorias plásticas. Al fin cerraste la puerta del departamento.
Doce pisos y el elevador que no llama ni viene, ni escucha ni resuelve. Sin dudar corres presuroso hasta el «exit» rojo y desatas un infinito de escalones que como las teclas de un piano suenan y suenan con las notas de tus pasos. Aire que falta, agite que sobra. A las 6:30 estás corriendo por la avenida. Pasa un camión que recoge los residuos. Cruzas a un hombre que lleva a su perro. Y a lo lejos dobla un bus con gente dormida y ensimismada. Y piensas lo que piensas: «Nadie debería estar yendo ahora a ninguna otra parte».
Las palmeras sonríen como suelen hacerlo: en hilera. Y desde algún rincón el aire pone a flotar una canción de cuna… «Cascarilla de plumas, montañitas de sal…».
Tu paso es una constante de ansiedad y dejando la acera ganas el sendero que duerme entre flores y arbustos de playa llevándote a pisar la arena. Ya ves el horizonte, y respiras, y suenan como coro el batir de la libertad de un puñado de gaviotas. Abres el bolso, sacas tu cámara, la tomas entre tus manos expertas y ellas se ponen a hacer todo lo que hay que hacer. Al menos eso parece. Y así, cuando son las 6:33 a.m., entre el plomizo frente que en las noticias era una amenaza para el mundo, ves asomar al Sol.
Y él te ve aparecer a ti. Porque todo lo ve. Y te hipnotiza.
Y piensas una vez más, que puedes mirarlo a cualquier hora y claro que es magnífico, pero pocos saben que hay una fracción del alba en la cual te atraviesa con un bello embrujo. Te imanta. Te despoja la respiración sin asfixiarte, como un gigante que ha aprendido a abrazarte fuerte sin herirte. Te toma por los ojos del alma y se deja ver, y se siente como un beso. Así te quedas: sin decir un respiro, sin exhalar palabra, simplemente te dejas llevar.
Y porque estás entrenado, solo por eso, analizas la escena y casi de memoria calibras tu cámara, te abstraes en el ocular ¡y disparas! Es una única toma y sin embargo quedas como exhausto, con los sentidos tiritando de emoción. Estás bajo el influjo de un momento irrepetible e inmerso en un universo de colores que voltean las paredes de tu percepción. Bajas la vista y tus pies son alcanzados por el vaivén de un mar que entre ecos de espuma pronuncia tu nombre. Entonces el Sol lo oye, te observa y dice:
─Te he visto aquí más de una vez… llegando antes. Me esperas. Me contemplas.
De pie, tu cámara en tu pecho. No puedes tejer con palabras ni una frase. Pero sabes que tienes una imagen que aunque no cuente todo lo que has visto, será al menos un rumor valedero.
Y eso es lo que pasa. Has venido a verlo, tal vez, un centenar de veces y sabes que miles serían insuficientes. Porque siempre se muestra distinto; cada día con tantos vestidos, trajes y tonos destellantes. Se adorna con alfombras de oro y algas, se cuelga alforjas de cirros y cúmulos… viajero eterno de un espacio magnánimo plagado de tiempo y perfumado de noche.
Miras tu camisa, esa que tomaste con prisa, y la descubres con la marca de una lágrima que ha caído de tu tiempo. Y tu tiempo es así, una bendición de una milésima de segundo capaz de llenar una parte importante de esta vida.
«…Cascarilla de plumas,
montañitas de sal.
Las olas son duendes,
te han venido a buscar».
Texto y foto: Alex Caberta © 2020 Vamos a Miami – All Rights Reserved
Hermoso!! Tu exacta descripción del momento, veo y escucho tus pasos bajando esa escalera, siento como vos… la brisa al abrir la puerta y el aire caliente de Miami, cruzo la avenida ancha y ahí está esperando ese cielo, para que vos lo retrates. Muchos ,estábamos contemplando.A muchos nos pusiste detrás tuyo al sacar la foto …..gracias !!! Excelente!!!!
Patricia: decirme que a través de estos textos puedas meterte en el antes de la fotografía y que puedas sentir como lo describo luego, es de las cosas más bonitas e infinitamente halagadoras que me han dicho. Y como comunicador que soy por profesión, saber que hay feedback es vital para mí. Jamás distingo frontera entre producir fotos y escribir textos, por lo que no tengo claro (ni me importa, en verdad) dónde están sus límites y propiedades. Esta crónica es justamente eso, una fusión de distintas maneras de comunicar que están en sintonía, en equilibrio. Al menos ese fue… Read more »
Impactante imagen! La vi seguramente de otro modo, pero juro haber visto esa captura de tu cámara! Yo… le agregue música… y fue perfecto! gracias!♥️
Genial lo que dices de la música Graciela… por mi parte, no importa si escribo sobre moda, tecnología, sobre un resort de lujo o para esta columna que ya amo; todo es con música. No podría escribir una nota simple sin ella. Distinta, indudablemente, para cada caso, pero hoy día todo es muy sencillo si eres algo ordenado con tus ‘playlist’. He hecho muchas tomas de amaneceres y tal vez in Instagram hayas visto algunas, como fuere, te doy gracias por leerme y por ponerle tu banda de sonido a estas cosas que viven en el delante y detrás de… Read more »
Una imagen mágica y tus palabras me acercan a ella. Gracias Alex.
¡Qué alegría me transmites! Muchas gracias querida Lily por darle a mis fotografías y textos, una oportunidad ante tu mirada. Es muy valiosos para mí saber qué ocurre con lo que intento comunicar, transmitir y entregar (¡no imaginas cuánto!) Gracias una vez más… ─Alex